Cuando los usuarios ven un anuncio, sobre todo en televisión, quizá piensan que los departamentos de marketing no sirven para nada.
Esto sucede porque todo lo que conlleva la creación de anuncios va mucho más allá de lo que el usuario, lector o televidente puede percibir. Cualquiera se habrá detenido ante algún jingle o habrá puesto los ojos en blanco pensando: “¿Pero a quién se le pudo ocurrir que esta era una buena idea?”.
Es precisamente el marketing, y las personas que trabajamos en ello, quienes nos dedicamos cada día a pensar cuáles son las mejores ideas para crear publicidad que entretenga, que informe y que, sobre todo, venda.
En el entorno digital no es diferente. Nadie pagaría a Facebook por utilizar la plataforma sin anuncios, y muchos hemos aceptado ver unos cuantos por tener un Netflix más barato. La publicidad en línea nos persigue, igual que esas cookies que te siguen enseñando las zapatillas que miraste por pura curiosidad hace un par de semanas y que aparecen después en cualquier página que visitas.
Desde el otro lado, es fácil mirar tanta publicidad y pensar que, como todo el mundo lo hace, debe de ser porque es increíblemente rentable.
Y es verdad que la publicidad en línea no solo puede ser más económica que contratar una valla publicitaria o pagar una cuña en la radio, sino que tiene la ventaja de informarte al segundo de quién está viendo tu anuncio, desde qué dispositivo, en qué parte del mundo y casi hasta qué corte de pelo lleva.
Estas ventajas seducen a cualquiera que tenga un negocio. La publicidad online se ha convertido en el canal obligatorio para todos, y en el único canal para muchos. Sin embargo, esta es una trampa muy peligrosa, sobre todo para quienes piensan que, con hacer publicidad en internet, les van a llover las ventas.
Primero: ¿estás seguro de que lo que necesitas es publicidad en línea?
Contrario a lo que te puedan decir algunas agencias de paid media, o incluso de marketing, no siempre un negocio es candidato a anunciarse en internet. Ya sea porque su nicho es muy local, o porque su público objetivo no está realmente en línea.
Y puede sonar absurdo que, en plena era digital, tus clientes no estén conectados. Pero es verdad: hay audiencias que todavía leen el periódico, que prestan más atención a la radio, que compran revistas y cuyo móvil tiene teclas físicas.
Si tu audiencia no está en internet, estás cometiendo un error al anunciarte por esos canales.
“No todos los negocios deben anunciarse online. Si tu cliente no está en internet, tus anuncios tampoco deberían estar.”
Segundo: el presupuesto puede ser tu peor enemigo
Si eres una empresa que está empezando y tus ingresos dan justo para materias primas, por ejemplo, el presupuesto para publicidad puede acabar contigo.
¿Estás dispuesto a gastar 1 € por 10 clics? ¿Qué tal por 4? ¿Y si te digo que hay clics que cuestan a algunas empresas hasta 40 €?
Considera que estamos hablando de clics, de esos, todavía falta determinar cuantos de ellos se traducirán en una venta: te adelantamos con números la tasa de conversión para auncios de Google es 4,8% en promedio, porcentaje arriba, porcentaje abajo. Esto quiere decir que hay 5 compras por cada 100 clics.
Dependiendo de tu nicho, debes valorar cuánto puedes invertir, optimizar, adaptar y saber cuándo la apuesta no te está dando los resultados que esperabas. Ese aprendizaje, tanto para el algoritmo —que se tirará al menos dos semanas de presupuesto “aprendiendo”— como para ti, es muy valioso. Pero es un riesgo que debes poder asumir.
«Define un presupuesto para tu publicidad en Internet, y no te salgas de él a menos que sepas lo que estás haciendo».
Tercero: no te anuncias para gastar dinero, te anuncias para ganar dinero
Hace poco, hablando con un joven emprendedor, le escuchamos decir que “quería probar eso de los anuncios de Google”, como si probase un plato nuevo o subirse al tiovivo.
Ese tipo de mentalidad es peligrosa, porque la publicidad (sea en internet o en cualquier otro medio) no “se prueba”. Es necesario un análisis, una comprensión de tu negocio y de tu público objetivo. Las empresas invierten en publicidad, un término que implica que se utiliza un recurso con el ánimo de obtener rendimientos a cambio. La publicidad es una inversión, y debe dar resultados.
Si nunca hubiera retorno, la publicidad sería un esfuerzo fallido y, si pensamos que el marketing lleva existiendo siglos, está claro que a alguien le está funcionando.
Como hemos mencionado antes, vas a invertir en el aprendizaje del algoritmo y, probablemente, mientras aprende tu rendimiento será escaso o nulo. Y eso está bien. Porque cuando finalmente entienda a quién vender lo que tú ofreces, si lo has hecho bien, si tu modelo de negocio es sólido, si conoces a tu cliente y tu oferta, si tienes una imagen de marca clara y una propuesta de valor definida, el rendimiento será mayor que tu inversión.
«Entrar en el juego de la publicidad en línea con la idea de que vas a perder el presupuesto es empezar mal».

Cuarto: la publicidad no es un parche para un negocio fallido
Hemos tenido clientes que nos piden competir en posiciones de Google con Promofarma vendiendo solo tres nutracéuticos, o con Amazon con un único producto estacional. “Segmenta por territorio, pero no por edad porque no sé, qué tal si un joven quiere comprarlo”. Eso es no conocer tu producto ni tu público objetivo.
Antes de lanzarte a hacer publicidad, conoce bien quién es o será tu cliente, qué necesita y dónde compra.
Todo el mundo usa Google, todos tienen Chrome en el móvil, pero eso no significa que todos compren a través de Google. ¿Y si tu mercado compra a partir de recomendaciones en redes sociales? ¿Y si es el tipo de persona que necesita ver el producto en físico? ¿Y si son clientes cautivos de Amazon?
Si encaja con publicidad online, y aunque no busque en Google, también existen anuncios en Meta, LinkedIn, Amazon, TripAdvisor, Spotify, Milanuncios, Wallapop, etc. Y el propio Google no es solo el buscador: un restaurante se beneficia más de buenas reseñas y quizá de un patrocinado en Maps que de estar en primera posición en la página de resultados.
«Si no sabes qué vendes, y a quién, ¿cómo sabrás anunciarte?»
Quinto: la publicidad no es automática
Hemos hablado del temible algoritmo, que se tirará dos semanas o más aprendiendo. Y una vez lo haga, ¿ya está? ¿Nos sentamos a disfrutar de las mieles del éxito?
Una de las características del medio digital es que cambia a una velocidad vertiginosa. Lo que hoy está de moda mañana ya no lo está. Las redes sociales, las tendencias, las necesidades de los usuarios… todo cambia en cuestión de días.
Crear publicidad en medios digitales es un trabajo de tiempo completo. Es una optimización constante en la que hay que revisar palabras clave, mensajes, títulos, material visual. Puedes trabajar muchísimo en una campaña que solo durará una semana.
En alguna ocasión, cuando planteamos a un cliente llevar sus campañas de Google, nos sugirió inocentemente: “Pero eso es en lo que me hago famoso, ¿no? Luego ya puedo dejar los anuncios y que todo siga orgánico”.
La publicidad no es un trampolín, es una barandilla. ¿Por qué, si no, están Coca-Cola y Corona haciendo publicidad, si ya todo el mundo las conoce?
Los negocios deben gestionar campañas de forma permanente. Es verdad que, si se trata de un nicho muy específico, puede que, al crear una comunidad sólida, se pueda vivir del boca-oreja, pero todo depende del mercado en el que se mueva tu negocio. Y si ya estás en ese punto, quizá debas plantearte otras técnicas de marketing, como la fidelización del cliente.
«Porque el marketing no es solo publicidad, y no toda la publicidad pasa por los medios de siempre.»
En Jer Publicidad lo vemos cada día: la publicidad funciona cuando hay estrategia detrás.
No se trata de gastar más, sino de entender cuándo, cómo y por qué anunciarse. ¿Quieres conocernos? Llamános al 925 28 47 89 o pasáte a la oficina, estaremos encantados de escucharte.



