Es increíble mirar atrás y descubrir que hemos estado presentes en el mercado digital por más de 15 años. Pero lo más sorprendente fue pinchar en aquellos enlaces y descubrir que algunos de ellos no solo siguen existiendo, sino que han ido adaptandose a los tiempos que corren. Porque el diseño digital es una carrera constante de actualizaciones, tendencias y mucho corazón.
Miramos atrás a estas webs y las comparamos con lo que se han convertido. Cuando el diseño evoluciona con inteligencia, el tiempo solo suma: así se reinventaron estas joyas digitales
Cuando entras en la home de Amazee Labs, te da un subidón inmediato: el amarillo chillón te despierta más rápido que un café doble, y las formas gráficas tipo garabato controlado te susurran «aquí somos creativos, pero con criterio». Todo está bien ordenadito: servicios, proyectos, clientes y blog, cada bloque con espacio suficiente para respirar —nada de agobios—.
El diseño te lleva de la mano en un paseo visual muy bien pensado, de esos en los que no te pierdes ni aunque vayas mirando el móvil.
Ahora, como buen diseñador tiquismiquis que somos, hay detalles que chirrían: el menú hamburguesa es tan discreto que parece tímido; en un escritorio grande, uno espera un menú que le guiñe el ojo, no que le haga buscarlo con lupa.
Y ojo al garabato amarillo grandote en la sección de servicios, aunque moderno y molón, pelea un poco por ser el protagonista, quitando foco al contenido que de verdad importa.
Falta, además, un buen grito de guerra, un CTA potente que diga: «¡Llámanos ya, hombre!».
Eso sí, a nivel de identidad visual, chapó. Colores potentes, gráficos consistentes y una personalidad de marca que se nota de lejos, como el que entra en una reunión oliendo a perfume caro. Si además meten mejoras en contraste, accesibilidad y un botón que invite a la acción desde el primer pantallazo, no solo brillarían: darían envidia al resto de la competencia.


Nada más aterrizar en la web de Pebble Design, te envuelve una calma que ni un paseo por el parque en pleno abril. El uso de fotografías aéreas de aguas turquesa y tipografías sobrias crea un ambiente limpio, elegante y muy pro. Aquí no hay sobresaltos: colores suaves, texturas acuareladas sutiles y mucho, mucho espacio blanco. Todo parece decirte: «relájate, nosotros nos encargamos de tu hotel».
La estructura es clara como el agua de sus fotos: servicios, ejemplos de trabajos, testimonios, y todo acompañado de imágenes que dan ganas de reservar vacaciones mientras navegas.
Ahora bien, como diseñador que se fija hasta en las migas del pan, te diré: se echa en falta un poco más de chicha interactiva. Sí, es bonito y sereno, pero le falta un pelín de dinamismo; un hover animado por aquí, un pequeño movimiento por allá, algo que te haga sentir que la web responde a tu paseo con cariño. El CTA de contacto, aunque claro, queda algo discreto en este mar de tranquilidad. Un poquito más de punch no le vendría mal, porque al final, en diseño y en la vida, hay que saber cuándo darle un meneo a la cosa.
Dicho esto, la coherencia visual es digna de aplauso lento: fotografía impecable, tipografías finas como un Ribera del Duero bien servido y una estructura que invita a navegar sin prisas. ¿Que cómo lo haría brillar más? Pues fácil: meterle un toque de interactividad elegante y levantar un poco más los CTAs para que no se te escapen en este paisaje zen. Con esos pequeños ajustes, no solo venderían webs de hoteles… ¡venderían la experiencia completa de unas vacaciones de cinco estrellas!


Entrar en el sitio de Ian Mintz es como abrir una caja de cereales y encontrar un juguete sorpresa: explosivo, juguetón y totalmente inesperado. Un fondo rosa chicle que podría haber sido un desastre en manos menos expertas, aquí funciona de maravilla. Tipografía atrevida, jerga informal y un lenguaje visual que grita «esto no es tu típico portfolio corporativo». Desde la primera línea te lanza un mensaje directo: este diseñador va a lo grande, sin filtros ni miedo a destacar. Y eso, en un mar de portafolios iguales, se agradece como un buen café cuando vas con prisa.
Pero lo que realmente eleva esta web (literalmente) son sus interacciones: el cursor deja una estela de partículas que te sigue con gracia, y las tarjetas de “Recent Work” se levantan cual trampolín visual y pasan de monocromo a todo color al pasar el cursor. Es como si el sitio dijera: “toca, explora, no te quedes quieto”. Ese toque lúdico, bien balanceado con el orden estructural y la jerarquía visual, convierte la experiencia en algo muy memorable y… bueno, dope (como diría el propio Ian).
Eso sí, si nos ponemos exquisitos: hay una línea fina entre personalidad fuerte y posible sobrecarga visual. El fondo rosa, el texto negro en bold, los subrayados y efectos, todo está muy cerca de ser “mucho”, aunque por ahora se mantiene del lado bueno. Tal vez con sesiones largas podría cansar, y a nivel de accesibilidad (contraste, lectura rápida) hay cosas que ajustar. Pero claro, cuando el tono general es tan desenfadado, esas licencias se sienten casi intencionadas.
En resumen: Ian no está aquí para pasar desapercibido. Su sitio es una carta de presentación con voz propia, energía de diseñador que ama lo que hace y una ejecución técnica que refuerza cada decisión de estilo. No es solo visualmente impactante, es un reflejo honesto de su personalidad profesional. Y eso, hoy en día, vale oro.


La web de Dab Project es un ejemplo claro de cómo hacer un portfolio personal elegante sin necesidad de montar fuegos artificiales. Desde el primer scroll, te recibe un diseño minimalista, sobrio y limpio como un taller de arquitecto sueco. Tipografías contundentes en negro y mucho espacio en blanco que te da la paz de saber que aquí el diseño es serio. Y ojo, que aunque de primeras parece estático, cuando pasas el ratón descubres los detalles cuidados: la imagen del hero se eleva con sombra sutil como diciendo «no me toques mucho, pero mírame bien», y en las tarjetas de proyectos recientes, el hover te responde con sombras suaves y esquinas redondeadas. Finura y clase, vamos.
Eso sí, sigo siendo quisquilloso —deformación profesional— y te diré que hay margen para apretar un poco más el tema de interactividad. No estaría mal que el menú, tan minimal que casi lo tienes que invocar, tuviera un poco más de presencia, especialmente en escritorio. Y ya que nos ponemos tiquismiquis: algún microdetalle más, tipo animaciones de scroll o un CTA más jugoso al final, le daría vidilla sin perder ese tono de «soy un diseñador que sabe lo que hace y no tengo que gritarlo».
En definitiva, Dab Project tiene ese equilibrio difícil entre seriedad y detalle fino. No necesita colores estridentes ni efectos locos para destacar: aquí la protagonista es la claridad, el buen gusto y una UX que no te da quebraderos de cabeza. Vamos, que si fuera un coche sería un eléctrico premium: silencioso, potente y con acabados de lujo.


Desde el minuto uno, la web de Alexandra Palace te lanza una fiesta visual que no puedes ignorar: colores vibrantes, una cabecera en azulón eléctrico y un hero con vídeo a todo trapo que te mete en ambiente. Y aunque la estética puede parecer un poco cañera, está bien orquestada: tipografías que mezclan lo clásico y lo atrevido, bloques bien definidos y una navegación muy directa. Pero ojo, que aquí no todo es fachada: hay interactividad bien pensada bajo el capó. El menú, cuando pasas el cursor, cambia los enlaces a un rosa chicle (#FF8CD6) que grita «¡hazme clic!» sin perder la elegancia. Y la galería, ah la galería… cada imagen reacciona con un círculo rojo «more info» en el cursor y una capa semiopaca que le da un toque de sofisticación sin robarle protagonismo a las fotos.
Eso sí, como diseñador que siempre tiene el radar encendido, te diré: tanta explosión visual puede saturar un poco en sesiones largas. No está mal tomarse un respiro visual de vez en cuando. El contraste es en general bueno, pero algunas secciones, especialmente con los fondos rosas, podrían beneficiarse de un toque más de claridad para no perder legibilidad. También se agradecería un scroll más fluido o pequeñas transiciones al pasar de sección en sección, que ahora todo baja un poco a bloque.
A pesar de eso, Alexander Palace juega en su propia liga: comunica energía, diversidad y cultura, todo envuelto en un diseño que sabe ser dinámico y accesible sin pasarse de rosca. Las microinteracciones, lejos de ser un capricho, refuerzan el engagement y hacen que explorar la web sea una experiencia tan viva como los eventos que promociona. Vamos, que si esta web fuera un festival, te comprarías la entrada solo por cómo luce el cartel.


Ahí lo tienes, en este mundo digital no es suficiente con crear tu página web, es necesario reinventarse, cambiar y evolucionar para mantenerse en lo más alto del posicionamiento en buscadores. Estos ejemplos ya eran una pasada en el lejano 2010 y, como se ve, han hecho la tarea para desfiar al tiempo y mantenerse bellos, funcionales y relevantes durante más de una decada.
Si tu sitio web continua con el diseño de aquel lejano 2010, o simplemente no está funcionando como debería, en Jer Publicidad estamos aquí para ayudarte a rediseñarlo acorde a tus necesidades, sugieriendote lo mejor para destacar sobre los demás.
Somos tu agencia de marketing digital y comunicación en Toledo, compuesta por un equipo de profesionales que están deseando conocer tu proyecto particular.
Llámanos ahora al 925 28 47 89, escríbenos a jer@jerpublicidad.com y hablaremos sin ningún tipo de compromiso. ¿Te animas a conocernos?